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Creer no es fundamentalismo




Vivimos tiempos en los que es frecuente tratar de desprestigiar a aquellos que manifiestan una profunda fe religiosa. Quienes mantienen posturas claras ante determinados valores o convicciones no es raro que sean acusados de “fundamentalistas” dándose a entender que si no son “fanáticos” llevan camino de serlo. El tema no es nuevo, es uno de los argumentos favoritos de los “racionalistas ilustrados” frente a la religión.

La expresión “fundamentalismo” empezó a utilizarse referida a ciertas iglesias protestantes norteamericanas del siglo XIX que, ante las teorías evolucionistas aparentemente en conflicto con la Biblia, optaron por lo “fundamental”, es decir, la Verdad revelada, frente a lo que dicen las hipótesis científicas. Posteriormente se ha extendido el uso a otras formas de “fideísmo” principalmente de corte extremista islámico. Como hemos apuntado, el concepto tiende a ampliarse hasta llegar a la afirmación de que “cualquier creencia religiosa lleva en sí los gérmenes del fanatismo fundamentalista”. Así, cualquier persona de “fuertes creencias religiosas” resulta, al menos, sospechosa.

Me parece importante aclarar este equívoco. Es evidente que cualquier forma de fanatismo, en cuanto modo de actuar irracional o violento, resulta siempre injustificable, como es injustificable cualquier forma de imposición o coacción en el campo de las ideas. Lo que no está tan claro es que toda fe implique fanatismo. Sólo la fe que “renuncia a pensar”, que no respeta la libertad de las personas, o que es partidaria del uso de la violencia puede calificarse de fundamentalista.
Benedicto XVI dejó esto bastante claro en su famosa conferencia de Ratisbona (septiembre de 2006) al afirmar que “la violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”. Conferencia que sería muy controvertida, pero que nos parece enormemente clarificadora.

Podemos añadir que si el fanatismo nunca se justifica, menos aún en la religión cristiana. “No es propio de la religión obligar a la religión”, escribía ya en el siglo II el teólogo cristiano Tertuliano. Y es que el acto de fe o es libre o no tiene sentido.

Publicado por Vicente Huerta

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