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"¡No digas mentiras!"


"Papá, me han castigado en el colegio, pero yo no he hecho nada, ha sido Javier, que ha roto una ventana de clase con una piedra. Yo no he sido, te lo prometo". Y tú te lo crees hasta que descubres que el autor fue él y que te estaba mintiendo. Las mentiras ocasionales no tienen por qué ser una preocupación, pero debemos estar alerta si se convierten en un hábito. En ese caso puede ser que nuestro hijo tenga baja autoestima e inseguridad.

¿Cuántas veces nos ha mentido nuestro hijo?. A veces de forma inocente y otras veces con premeditación, los niños mienten. Es casi una manera natural de comunicación para ellos. La mentira en el niño no siempre es fuente de problemas, así que es muy necesario conocer sus motivos y sus causas para poder tratarla mejor.

Nuestros hijos y sus mentiras.

Cuando acusamos a un niño: "eres un mentiroso", debemos ser cautos. Mentir es no decir la verdad, es engañar, y si nuestro hijo miente no siempre lo hace con mala intención.

Los niños pequeños (3 a 6 años) suelen confundir la realidad con la fantasía. Por eso, cuando juegan crean un mundo casi tan real como la vida; les gusta hacer cuentos e inventar historias. En esta edad es cuando nuestro hijo nos hace cómplices de sus juegos, pretende que participemos de su mundo, de su realidad. Los niños crean un juego, un mundo irreal, pero su intención es totalmente inocente, no mienten con malicia.

Cuando nuestros hijos empiezan a tener mayor conciencia de la realidad (a partir de los 6 años) y se dan cuenta de que, a veces, alterando la verdad pueden conseguir ciertos beneficios, empiezan a moldear la realidad para obtener cosas, empiezan a intentar engañarnos y es ahí donde la mentira empieza a ser un peligro.

A medida que el niño va creciendo, es más fácil que recurra a mentiras interesadas (por ejemplo, para evitar responsabilidades por sus acciones). En estos casos, debemos hablar con nuestro hijo y explicarle la importancia y los beneficios de la verdad, la honradez y la confianza.

Al llegar a la adolescencia nuestros hijos descubren que las mentiras pueden considerarse aceptables en algunas situaciones, mienten para proteger su privacidad o para sentirse más libres e independientes.

¿Por qué miente mi hijo?

Si nuestro hijo es pequeño, es probable que sus mentiras se den como parte de un juego, como una fantasía; este recurso desaparecerá a medida que vaya madurando. Al ir creciendo, empieza a mentir por otros motivos:
Exigencia: cuando exigimos y esperamos mucho de nuestros hijos, pueden mentirnos para no defraudar nuestras expectativas.

Imitación: nuestros hijos suelen adoptar el modelo que observan en casa así que, si observan que sus padres mienten, lo considerarán algo normal y habitual.

Miedo: mentir suele ser la mejor manera de evitar un castigo o una reprimenda. Sobre todo cuando nuestros hijos saben de antemano que esa va a ser nuestra actuación. Es la causa más frecuente de las mentiras de los hijos.

Atención: mentir para llamar la atención. Los que lo hacen por este motivo suelen relatar historias con gran entusiasmo, ya que así reciben mucha atención mientras cuentan la mentira. Les sirve para reforzar falsamente su autoestima.

Problemas: algunos adolescentes mienten frecuentemente para ocultar otros problemas más serios, como pueden ser: el sexo, las drogas, el alcohol o el juego. Generalmente, ocultarán dónde han estado, con quién, qué estaban haciendo o en qué se gastaron el dinero.

Nerviosismo: la mentira es una manera de responder a la ansiedad que padece. Oculta un problema "maquillándolo" con otro.

Creencia: cuando el niño se cree sus propias mentiras e intenta convencer también a los demás de que son verdad.

Nuestros hijos utilizan las mentiras como arma defensiva y a nosotros deben servirnos para detectar posibles problemas que ellos no pueden resolver por si mismos. Son peculiares llamadas de auxilio que nuestros hijos nos envían "a su manera".

¿Cómo debemos comportarnos ante las mentiras de nuestro hijo?

Determinar por qué miente y qué le motiva a mentir.

Favorecer la comunicación familiar. Procurar que se sienta cómodo expresando lo que siente, independientemente de lo que diga, y que sea capaz de responsabilizarse libremente de sus actos.

Demostrarle que nuestro cariño por él es independiente de sus opiniones o actos.

Ofrecerle modelos claros de responsabilidad y sinceridad. No podemos decir nosotros "mentiras piadosas" o prometer cosas que no vamos a cumplir.

Inculcarle el valor de la honestidad. Explicarle la diferencia entre fantasía y realidad, y entre verdad y mentira.

No ridiculizarle ni exagerar nuestra reacción ante una mentira. En cualquier caso, hablar con él en privado.

Ser pacientes pero a la vez firmes con nuestros hijos. No seamos demasiados estrictos en cosas que no son realmente importantes y expliquemos claramente el motivo de nuestras prohibiciones. La comprensión de las normas le facilitará el cumplimiento de las mismas y le permitirá valorar las consecuencias de su desobediencia.

Cuando nuestro hijo cuente la verdad, debemos felicitarle por su valentía y procuraremos, dentro de lo posible, relativizar su falta, y demostrarle que seguimos confiando en él.

Es importante que nuestros hijos vean que es mejor decir la verdad que mentir, principalmente porque hará que siempre confiemos en ellos y por lo tanto les demos más responsabilidades y libertades.

Antes de que la mentira se convierta en un problema más grave, intentemos prevenir y tratar sus motivos y sus causas. Si logramos entenderlos, seguramente renunciarán a este hábito de mentir. Si no llegara a desaparecer, lo más recomendable será buscar orientación profesional.

Elisenda Canals Solla
Psicóloga clínica

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