Ir al contenido principal

Contra viento y marea


Entre las situaciones más extremas que se dan en China, se encuentran las limitaciones en los nacimientos de los niños. Rebasarl el máximo permitido de un hijo por familia es un grave delito, perseguido con toda crueldad. Hace unos días, gracias a los medios de comunicación chinos que comienzan a dar unas impagables y nunca suficientemente reconocidas señales de independencia, han trascendido las horribles vivencias de un matrimonio por salvar a su hija de una muerte cruel. Cuando las autoridades chinas descubrieron que Zhang Chunhong, de 31 años, no solamente había eludido anteriormente el férreo control estatal con el nacimiento de un segundo hijo, sino que tenía muy avanzado un nuevo embarazo, se propusieron por todos los medios que su nacimiento no tuviera lugar en ningún caso. Para lograrlo, le inyectaron a la fuerza una solución salina que debió provocar el aborto, pero la niña nació viva. La doctora que participó en semejante salvajada ordenó que se dejase a la intemperie a la recién nacida en el balcón, sobre la nieve, pero una enfermera, a costa de graves riesgos y con la connivencia de alguna de sus compañeras, eludió la orden, asegurándole a la niña, en la más absoluta clandestinidad, un mínimo de alimento. Las súplicas de la madre para que le enseñaran a su hija fueron despreciadas, pero un periodista de la televisión local tuvo la valentía de sacar a la luz pública la situación, lo que supuso la aparición del bebé al que se le había negado la vida, aunque en condiciones lamentables, debido a la precariedad en la que se había mantenido. Cuando apareció ante las cámaras de televisión, pesaba solamente un kilo y tenía algunas lesiones y pese a que el día de su nacimiento había alcanzado los dos kilos y medio. Su padre la enseña orgulloso y declara: “Sin los periodistas, mi hija habría muerto”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La prueba final de amor

John X se levantó del banco, arreglando su uniforme, y estudió la multitud de gente que se abría paso hacia la Gran Estación Central. Buscó la chica cuyo corazón él conocía pero cuya cara nunca había visto, la chica de la rosa. Su interés en ella había comenzado 13 meses antes en una Biblioteca de Florida. Tomando un libro del estante, se encontró intrigado, no por las palabras del libro sino por las notas escritas en el margen. La escritura suave reflejaba un alma pensativa y una mente brillante. En la parte del frente del libro descubrió el nombre de la dueña anterior, la señorita Hollys Maynell. Con tiempo y esfuerzo localizó su dirección. Ella vivía en Nueva York. Él le escribió una carta para presentarse y para invitarla a corresponderle. Al día siguiente, John fue enviado por barco para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante un año y un mes, los dos se conocieron a través del correo, y un romance fue creciendo. John le pidió una fotografía, pero ella se negó. Ella sentía

La inquietante historia de una niña ingenua chateando en Internet

El anonimato que permite la red es un peligro para los menores Los menores suelen estar solos ante los peligros de la red. Esta historia llegó al correo electrónico del director de El Confidencial Digital, Javier Fumero, que la publicó en uno de sus artículos. El caso de esta niña se podría dar en cualquiera de los hogares de nuestros lectores: Tras dejar sus libros en el sofá, ella decidió tomar un bocadillo y meterse en Internet. Se conectó con su nombre en pantalla: ‘Dulzura14′. Revisó su lista de amigos y vio que ‘Meteoro123′ estaba enganchado. Ella le envió un mensaje instantáneo Dulzura14: Hola. Qué suerte que estás! Pensé que alguien me seguía a casa hoy. Fue raro en serio! Meteoro123: RISA. Ves mucha TV. Por qué alguien te seguiría? No vives en un barrio seguro? Dulzura14: Claro que sí. RISA. Creo que me lo imagine porque no vi a nadie cuando revisé. Meteoro123: A menos que hayas dado tu nombre online. No lo hiciste, verdad? Dulzura14: Claro que no. No soy estúpida, Ok! Meteoro