Fortaleza es la capacidad en el ánimo del hombre para soportar lo adverso, para no darse por vencido en la lucha de la vida, para no claudicar ante los deberes, aunque cueste esfuerzo sacarlos adelante. Asimismo, para no dejarse vencer por las pasiones ni inclinarse hacia los vicios y adicciones ni deprimirse ni hundirse cuando le visita la enfermedad, el dolor o el fracaso, sino mantenerse siempre con ánimo erguido y viril. Creo yo que de la palabra vir, que significa hombre, viene la palabra virtud, cuya práctica presupone una actitud viril.
Y decía que en este tiempo tampoco abunda esta virtud de la fortaleza de ánimo, pues esto es algo de lo cual no se habla, algo desconocido por la mayoría o cuando menos, muy poco estimado.
¿Y por qué digo que no abunda hoy esta virtud de la fortaleza de ánimo?, porque he observado varios síntomas de la sociedad actual donde esa fortaleza está ausente. Pongamos por caso, en primer lugar, las adicciones terribles que comienzan desde la niñez, la adolescencia o la juventud, a las drogas, el alcohol o el sexo. Son incontables los seres que por desgracia se dejan llevar por los caminos que a eso conducen, pues no hay voluntad ni ánimo para oponerse a su seducción. Y esto no sólo en dichas edades, sino sobre todo entre los adultos, incluso entre quienes ostentan títulos universitarios, superior educación, sobrado dinero o un lugar privilegiado en la sociedad; hay entre todos una profunda debilidad de ánimo frente al mal, y fácilmente sucumben ante el vicio.
Otro síntoma de falta de fortaleza, es la destrucción de compromisos matrimoniales. Los que se casan, hacen una promesa o juramento sagrado y, si son cristianos, ante el altar y frente a Dios mismo, de amarse y respetarse por toda la vida, mas por estas y por aquellas dificultades propias de la convivencia entre dos personas, que no es fácil, inmediatamente se olvidan de dicho juramento y se separan, arruinando su matrimonio, sin importarles dañar a sus hijos, cuando los tienen, con su divorcio.
Otro síntoma alarmante y grave, y que indica muy poca fortaleza de ánimo, son los suicidios, que siguen al alza. Antes no se acostumbraba, en este pueblo cristiano, que hubiera tantos suicidios; por allá, muy de vez en cuando, una que otra persona desequilibrada mentalmente se mataba; pero hoy, tan pronto se fracasa en algún aspecto de la vida, ya sea trascendente y aun intrascendente, en lugar de enfrentar el fracaso se recurre al suicidio. Y también los entregados al vicio, al percatarse del vacío existencial que esto les genera, en lugar de volverse a Dios para que les llene, optan por quitarse la vida. O sea, son todos débiles ante cualquier dolor, sufrimiento, angustia o revés.
En contraste, hay que ver cómo nuestra sociedad valora la fortaleza física; ahí sí, multitudes acuden al gimnasio, al deporte, a toda clase de dietas, de medicamentos, con tal de estar fuertes, e incluso hasta a cirugías para aparentar belleza o fortaleza corporal, que ahora se acostumbra exhibir como ejemplo de perfección, en sujetos, mujeres y hombres, musculosos, vigorosos de cuerpo. ¿Y el alma qué?; el alma sigue siendo débil.
Es, pues, la virtud de la fortaleza, una cualidad muy importante en la vida de todo ser humano, porque una vez que se entra a este mundo, no se va a encontrar siempre un camino agradable y parejo, sino que muchas veces se tiene que enfrentar la cuesta arriba; no siempre se posee todo lo que se desea: comodidades, salud, bienes, amigos, no; habrá tiempos buenos y tiempos malos, y en los tiempos malos se requiere actuar como el Santo Job, ejemplo de fortaleza, quien al verse privado de sus propiedades y cubierto de lepra, desde la cabeza hasta los pies, exclamó: “Bueno, si recibimos de Dios los bienes, ¿por qué no hemos de recibir también los males?”. Y así, supo permanecer tranquilo y sereno en aquellas desgracias tan grandes.
Nuestro Señor Jesucristo nos dijo a los que creemos en Él: “No tengan miedo; tendrán tribulaciones en el mundo, pero yo he vencido al mundo.”
Ésta es la fortaleza fundamental del cristiano, saber que Dios es más grande que todo, que Dios lo puede todo y que Dios también, en el sufrimiento y en el dolor, en el fracaso y en la tentación, estará siempre con nosotros.
Comentarios