El último día en Portugal, décimo quinto viaje internacional de Benedicto XVI,
el Papa celebró la misa en la plaza de la Avenida dos Aliados di Porto, recordando cómo todo se define a partir de Cristo, ya sea el origen y la eficacia de la misión de la Iglesia. “Debemos vencer la tentación de limitarnos a aquello que aún tenemos, o creemos tener, que es nuestro y seguro - dijo el Papa –ya que como presencia de la Iglesia en el mundo, ésta sólo puede ser misionera del movimiento de la difusión del Espíritu”.
En un mutable “cuadro antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad”, la Iglesia está llamada a “enfretar nuevos desafíos”, “tratando de construir junto a cada persona de buena voluntad, la pacífica convivencia de los pueblos”. “El cristiano está en la Iglesia y con la Iglesia - concluyó el Papa durante la homilía - un misionero de Cristo enviado al mundo. Esta es la misión ineludible de toda comunidad eclesial: recibir de Dios y ofrecer Cristo resucitado al mundo para que cada situación de debilitamiento y muerte sea transformada mediante el Espíritu Santo, durante el crecimiento y la vida”.
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