(de 7 a 12 años) El trabajo para después de la merienda se acumula en sus mesas de estudio. Es entonces cuando nos planteamos cuál debe ser nuestra labor como padres.
Julio es un niño de 8 años, alegre, extrovertido, muy movedizo, al que le costaba mucho hacer sus deberes. Sus padres decidieron tomar cartas en el asunto para solucionar el problema y crear en él el hábito de estudio.
Un despacho para Julio
Pensaron en él. Cómo era, las cosas que le gustaban... Se dieron cuenta de que se trataba de un niño como tantos otros, que admira mucho a su padre. Le gusta imitarle, vestirse como él y decir que se va a trabajar. Además, es un chico realmente presumido.
Precisamente por ello, decidieron "fabricarle" un despacho. "El despacho de julio". Pusieron un rótulo en la puerta de su habitación con su nombre. Otro sobre su mesa de trabajo. Le colocaron un portafolios y un portalápices.
Al fin le dijeron: "Julio, como ya eres mayor y tu trabajo, tu estudio, es tan importante como el de papá, hemos pensado que te mereces tu propio despacho para trabajar".
El chico se entusiasmó. De hecho, los dos primeros días llegaba del colegio, merendaba rápido, se vestía y se ponía a trabajar en su despacho.
Al tercer día llegó de clase asegurando que estaba un poco cansado para hacer sus deberes.
Su madre le explicó que el esfuerzo precisamente, consiste en eso, en vencer obstáculos, en ser capaz de hacer lo que se debe aunque no nos apetezca.
El resultado no se hizo esperar. En menos tiempo de lo que se esperaban sus padres, Julio había adquirido el hábito de estudio.
El mejor momento
La preparación para un estudio eficaz hay que realizarla antes de los 11 ó 12 años. Ahora es cuando nuestros hijos se encuentran en el momento adecuado para adquirir buenos hábitos de estudio gracias a nuestra ayuda y motivación.
Y es que, estudiar mal desmotiva, hace que parezca un esfuerzo inútil. En cambio, estudiar bien da sentido al trabajo de estudiar.
Precisamente por ello, antes de que el chico se ponga manos a la obra conviene que le acostumbremos a planificar su trabajo, por materias y con tiempos programados. Debe estar motivado para empezar, continuar y acabar bien su trabajo. Necesita estar concentrado.
Para conseguir una concentración adecuada suele ser interesante que lea aproximadamente 10 minutos. La lectura es un buen calentamiento para la concentración que requiere el estudio.
Capacidad de atención
Como la capacidad de atención es limitada (unos 30 minutos en esta edad), debemos enseñar a nuestro hijo a estudiar primero (de 15 a 30 minutos) y hacer las tareas después.
Durante el estudio, además, el chico tendrá que acostumbrarse a realizar una primera lectura comprensiva y a buscar en el diccionario las palabras que no entienda.
Después, conviene que le ayudemos a identificar las ideas fundamentales (subrayado). Por último, solo le quedará memorizar.
Después del estudio, nuestro hijo tendrá que comenzar a autoevaluarse. Es importante que los chicos sean capaces de saber si han aprendido o no. Sobre todo al principio, será bueno que nos ofrezcamos a tomarles la lección, pero con el tiempo deberán hacerlo por su cuenta.
Un buen ambiente
Nuestro hijo tendrá que disponer de una habitación para concentrarse convenientemente. Su propio dormitorio servirá siempre que ningún hermano esté jugando a su lado.
No debe haber ruidos (el ambiente es fundamental). Sería realmente cruel obligar a un niño a estudiar mientras escucha música de fondo, el programa de televisión que estamos viendo en el salón o una fiesta.
Ofrecerle la merienda antes de que se siente a hacer los deberes es importante, sobre todo porque los estómagos vacíos no son buenos amigos de los esquemas, los libros o de los cuadernos.
HORAS DE ESTUDIO
1° de primaria 15 minutos
2° de primaria 30 minutos
3° de primaria 40 minutos
4° de primaria 50 minutos
5° de primaria 60 minutos
6° de primaria 80 minutos
1° y 2° de liceo 90 minutos
(estos valores son aproximados. Ni todos los colegios mandan igual cantidad de deberes ni tampoco todos los niños son igual de rápidos a la hora de realizar sus tareas)
…Y cuando existen problemas
Tan malo suele ser desentenderse de los deberes de nuestros hijos como agobiarles con constantes preguntas y castigos.
Si nuestro hijo no rinde y las horas pasan sin que avance lo más mínimo, lo más probable es que exista algún fallo que tendremos que analizar:
No está motivado, se encuentra desorientado, no entiende lo que tiene que hacer... Evitemos, entonces, achacar inmediatamente su "lentitud" o pobres resultados a un coeficiente de inteligencia inferior o una vaguería que probablemente no es del todo real. Algunos padres se desesperan ante estas situaciones, pero no hay que dejarse llevar por los nervios. Para empezar, si durante un cierto tiempo hemos comprobado que nuestro hijo no rinde lo suficiente en sus horas de estudio, ¿no será porque no lee bien?, ¿porque no entiende? o, ¿tiene realmente claro qué es lo que le han pedido en el colegio que haga?. . .
Para poner remedio, nada más rápido y eficaz que sentarnos diez minutos con el chico antes de que se enfrente a sus tareas para sondearle sobre algunos aspectos: ¿qué le han puesto hoy como tarea?, ¿sabe cómo hacerla?. Una vez que le hayamos despejado todas sus posibles dudas tendremos que dejarle sólo en intentar acudir exclusivamente cuando nos pida ayuda.
Pequeños trucos
Para que el niño no pierda el tiempo (con su imaginación) es necesario forzar un poco su actividad, de modo que alcance un ritmo aceptable de trabajo.
Una buena fórmula para lograrlo son los topes, poner pequeñas metas dentro de los deberes de cada día, ya sea en una materia concreta o en alguna lección algo más complicada. Una vez que nuestro hijo tenga bien claro lo que debe hacer y cómo, se sentirá capaz de aceptar estos retos y disfrutará superándolos día a día.
También es importante que tenga un horario fijo: merienda, un poco de charla, estudio y cena, que no le permita haraganear y dejar las cosas "para un poco más tarde". El "más tarde, mamá", cuando hay deberes por hacer, no existe.
Por otro lado, su horario deberá estar integrado en el de la familia: mientras él trabaja en su cuarto tranquilamente, sus hermanos tendrán también que estudiar o jugar y nosotros realizar las tareas que nos correspondan.
Para pensar…
Ayudemos a nuestro hijo a crear un buen ambiente de estudio en casa. El silencio, un horario fijo... le permitirán enfrentarse a sus tareas de una forma mucho más positiva.
Enseñémosle a organizarse las tareas para que le resulten mucho más llevaderas. Primero el estudio y luego los ejercicios prácticas para los que es necesario un menor esfuerzo y concentración.
Ojo con la televisión. Desde el primer día debemos dejar claro que lo primero son los estudios y después el ocio. Si permitimos que nuestro hijo se enganche a la tele o que sus descansos sirvan para entretenerse con ella, no estaremos creando un buen ambiente de estudio.
Los hermanos pequeños tendrán que esforzarse en no armar lío mientras hace sus deberes. Así, éste se sentirá apoyado, mientras que los demás aprenden el hábito de respetar el trabajo de todos.
Es fundamental que enseñemos a nuestros hijos a encontrar las ideas principales de cada párrafo o texto, desde el primer día. Sólo mediante la lectura a comprensiva es posible realizar un estudio coherente. Las comparaciones siempre son odiosas. Habrá que evitarlas especialmente entre nuestros hijos, sus primos o vecinos. No dudemos en pedir una entrevista al tutor o preceptor de nuestro hijo en el colegio, cuanto antes. Así podremos conocer de primera mano los objetivos del curso y la actitud inicial de nuestro hijo ante sus clases.
…y actuar
Estar con nuestros hijos mientras trabajan no es conveniente. Lo que haremos será repasar con ellos los deberes. Después, les dejaremos solos para que trabajen tranquilamente. Al final, nos sentaremos juntos a corregirlos. Esta actividad tendrá que ser gradual hasta el día en que nuestro hijo no necesite nuestra supervisión pues sea suficientemente responsable para corregirse y hacer los deberes él solo.
Elena López
Asesor: José Antonio Alcázar.
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra.
(de la revista "Hacer familia", edición española, octubre 2000, sección El arte de educar de 7 a 12)
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