Ir al contenido principal

Tener conversación




"Había otras causas de esa soledad –escribe Dorothy Parker– que se remontaban muy atrás, a cuando eran novios. Ella trató de recordar de qué hablaban antes de casarse, cuando estaban prometidos, y le pareció que nunca habían tenido gran cosa que decirse. Pero, antes, eso no le preocupaba, e incluso experimentaba la satisfacción de que su noviazgo iba bien, pues siempre había oído decir que el verdadero amor no se expresa con palabras. Además, en aquel entonces, los besos y tonteos les tenían siempre ocupados. Pero resultó que el verdadero matrimonio parecía ser igualmente silencioso, y al cabo de siete años de vida en común no es posible confiar en los besos y en todo lo demás para llenar los días y las noches."

Antonio Vázquez ha escrito que el matrimonio es, entre otras cosas, cincuenta años de conversación. Que es preciso cultivar el deseo de conocer y conocerse, de intercambiar impresiones, de comunicarse. Por eso, quienes desde el noviazgo centran sus aspiraciones en el atractivo físico o en el sexo, y construyen sobre eso una relación sin mucho más cimiento, bien pronto se encuentran con el aburrimiento y la soledad.

En absoluto quiero con todo esto proponer un rechazo puritano al cuerpo, sino simplemente poner la atención en la necesidad de cultivarse, de tener conversación, de formarse opinión sobre las cosas, de tener áreas de interés amplias, de ganar en profundidad interior. Quien no cultiva esa profundidad interior, acaba siendo una persona superficial, frívola, reducida a los primeros estratos de la vida, y que pasa por ella como si estuviera en una apresurada visita. Se convierten poco a poco en gente ficticia, con pocas ilusiones de cierto fuste, guiados casi siempre por los comportamientos de su entorno, encuadrados dócilmente en las costumbres de moda.

Una pronta reacción

Es llamativo comprobar cómo el espíritu de algunos hombres y mujeres envejece prematuramente por esa superficialidad y, en cambio, otros permanecen jóvenes y animosos hasta el final de sus días. Por eso debemos hacer lo posible para que no se detenga un día el reloj de nuestra vida y para que, si alguna vez vemos que se detiene, sepamos ponerlo de nuevo en marcha cuanto antes. Todos tenemos dentro muchos recursos aún sin usar, talento que no hemos aprovechado, fuerzas que nunca hemos puesto a prueba. Por eso, por muy ocupados o cansados que estemos, no podemos dejar de avanzar, de aprender y de ser receptivos a las ideas de otros.

Para tener conversación hay que aprender a escuchar. Y a veces no lo hacemos porque estamos demasiado ocupados recordando algo que tiene que ver con lo que nos cuentan, y lo estamos preparando para soltarlo en cuanto haya una pausa. Y quizá son conversaciones animadas, en las que unos a otros se quitan la palabra, pero en las que apenas se escucha.

Tener qué decir

La conversación hay que buscarla. No podemos quedarnos ahí, esperando a que llegue. Hay que buscarla con inteligencia. Y para ello, quizá lo primero es no querer presumir de inteligente, no tener la petulancia de querer demostrarlo a cada momento, sino mostrarnos abiertos y receptivos, de modo que ampliemos cada día nuestro abanico de intereses.

No podemos conformarnos con esas conversaciones excesivamente convencionales cuyo principal protagonista es el tópico. No podemos ser de esas personas que, cuando se encuentran contigo, cruzan dos o tres frases de compromiso, pero enseguida tienen que despedirse, pretextando un pequeño quehacer, porque, en realidad, tienen tan poca conversación que casi nada les interesa, se aburren, y no saben qué decir.

Las buenas conversaciones dejan siempre poso y, cuando la conversación ha pasado, vienen de nuevo a la memoria las ideas, los argumentos expuestos por unos y otros, y por uno mismo, y se nos ocurren nuevas ideas, y nace la ilusión de continuar esa conversación, ese encuentro.

http://www.fluvium.org

Comentarios

Entradas populares de este blog

Diez Mandamientos sobre la Amabilidad

1. Sonreír siempre, aun sin ganas y a solas para entrenarse. 2. No decir NO ni a un mandato ni a una súplica. 3. Evitar al prójimo todos los disgustos posibles. 4. Mostrarse contento y satisfecho aunque la procesión vaya por dentro. 5. Esforzarse por ser simpático y más aún a los que no son antipáticos. 6. Utilizar: gracias, por favor... 7. Si hay que reprender, saber dominar el genio y después reprender serenamente. 8. Hacer agradable el trato a las personas con las que se convive. 9. Usar formas amables con todo el mundo. 10. Si hay equivocaciones, reconocerlo abiertamente y disculparse

Novena de la Inmaculada, Cuarto día

Causa de Nuestra Alegría Quienes estuvieron cerca de Nuestra Señora participaron del inmenso gozo y de la paz inefable que llenaba su alma, pues en todo se reflejaba "la riqueza y hermosura con que Dios la ha engrandecido. Principalmente por estar salvada y preservada en Cristo y reinar en Ella la vida y el amor divino. A ello aluden otras advocaciones de nuestra letanía: Madre amable, Madre admirable, Virgen prudentísima, poderosa, fiel... Siempre una nueva alegría brota de Ella, cuando está ante nosotros y la miramos con respeto y amor. Y si entonces alguna migaja de esa hermosura viene y se adentra en nuestra alma y la hace también hermosa, ¡qué grande es nuestra alegría!". ¡Qué fácil nos resulta imaginar cómo todos los que tuvieron la dicha de conocerla desearían estar cerca de Ella! Los vecinos se acercarían con frecuencia a su casa, y los amigos, y los parientes... Ninguno oyó de sus labios quejas o acentos pesimistas o quejumbrosos, sino deseos de servir, de darse a lo...

La prueba final de amor

John X se levantó del banco, arreglando su uniforme, y estudió la multitud de gente que se abría paso hacia la Gran Estación Central. Buscó la chica cuyo corazón él conocía pero cuya cara nunca había visto, la chica de la rosa. Su interés en ella había comenzado 13 meses antes en una Biblioteca de Florida. Tomando un libro del estante, se encontró intrigado, no por las palabras del libro sino por las notas escritas en el margen. La escritura suave reflejaba un alma pensativa y una mente brillante. En la parte del frente del libro descubrió el nombre de la dueña anterior, la señorita Hollys Maynell. Con tiempo y esfuerzo localizó su dirección. Ella vivía en Nueva York. Él le escribió una carta para presentarse y para invitarla a corresponderle. Al día siguiente, John fue enviado por barco para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante un año y un mes, los dos se conocieron a través del correo, y un romance fue creciendo. John le pidió una fotografía, pero ella se negó. Ella sentía ...