
...resulta siempre muy fuerte, y en la adolescencia parece que se multiplica por diversos factores: la falta de confianza en sí mismo, la inseguridad y el deseo por no diferenciarse del resto
La presión que ejerce el grupo resulta siempre muy fuerte, y en la adolescencia parece que se multiplica por diversos factores: la falta de confianza en sí mismo, la inseguridad y el deseo por no diferenciarse del resto. Sienten miedo a actuar de otro modo, a verse señalados...
La mejor manera de hacer pasar inadvertida una manzana es esconderla dentro de un cesto de manzanas; y para un adolescente con problemas de complejos, o con falta de seguridad, el grupo de amigos -todos como él- se convierte en la madriguera más cómoda y agradable.
No sólo les ocurre a ellos, puesto que un adulto también se ve presionado muchas veces por las normas sociales, los convencionalismos o lo que piensa su grupo de amigos o compañeros. Si en una oficina están de moda los trajes azules marino, quien lleve uno de color tostado será atravesado por las miradas y comentarios de los demás. ¿Quién está dispuesto a pasar por esa situación? Es más fácil comprarse uno “como los demás” para que al llegar al trabajo nos invada esa confortable sensación de ser uno más.
En la adolescencia ocurre lo mismo, pero en un grado bastante más elevado. Cualquiera que conozca a algún adolescente puede confirmar lo mucho que cambia su trato de cuando estamos a solas con él a cuando se encuentra con su pandilla de amigos. Es otro mundo. La influencia del grupo -desde los amigos del barrio hasta los compañeros de clase- les hace conformarse a lo que todos hacen, lo que todos piensan, lo que todos visten... como si de andar en manada se tratara.
Chicos inseguros
Pero, ¿por qué se produce una presión tan grande durante la adolescencia? ¿Por qué tienen nuestros hijos tanto miedo a ser rechazados por el grupo? Todas estas preguntas inciden directamente en la inseguridad.
La adolescencia es la etapa de la inseguridad radical: ni se sabe lo que se quiere, ni lo que va a ocurrir. Ni siquiera pueden confiar en ellos mismos: De pronto, por una tontería se pelean con su mejor amigo; o aquel chico que tanto la miraba resulta que se estaba fijando en otra de las amigas; las notas bajan y el colegio no les realiza ya en ningún sentido, al contrario, es fuente de frustración; súbitamente, su cuerpo se rebela también y aparecen unos granos terribles...
Todos estos sentimientos nuevos pueden hacer mella en una personalidad débil, haciéndola tambalear.
Sentimientos de inferioridad
Además, de la mano de la inseguridad llegan los sentimientos de inferioridad. Cuando se sienten poco valorados y se dan cuenta de que a menudo se portan como tontos, cuando no se gustan, entonces se encuentran más asustados por la amenaza del ridículo o el rechazo de los amigos y se vuelven mucho más sensibles a quedar en evidencia.
Tienen miedo a que el grupo vaya a rechazarles, de no ser invitados a una fiesta, el miedo de fallar... Así, su gran deseo se resume en sentirse aceptados. Si el chico o la chica, además, tiene algún defecto que le haga realmente diferente de los demás amigos (orejas grandes, poca estatura, obesidad, fealdad...), el deseo de ser aceptado puede convertirse en una obsesión; así, están dispuestos a portarse como auténticos perritos falderos del resto sin tomar conciencia de los ridículo de la situación.
La presión del grupo obliga a hacer cosas: a veces, tonterías sin importancia; otras, situaciones que ponen a nuestros hijos al borde del abismo, aún dándose perfectamente cuenta de que se acercan demasiado. Aquí reside el gran peligro de la influencia del grupo en la adolescencia, llevarles a comportarse de un modo equivocado, incluso sabiendo que eso no es lo correcto. Esto puede ocurrir si nuestro hijo no tiene el valor de diferenciarse de sus amigos y de hacerles frente, especialmente ante situaciones peligrosas. Si no es así, la influencia de los amigos pueden hacerles perder cuotas de identidad y de personalidad.
Ante un adolescente aparecen miles de oportunidades nuevas; puertas que antes quedaban cerradas, ahora ya son capaces de probar a abrirlas. Saben que tomar drogas está mal, pero a veces la presión es tan brutal que, como todos lo hacen, “esa pastilla” que le ofrecen a la puerta de la discoteca, ¡qué novedad!, “probala, no tengas miedo”, “no seas infantil”, que caen. Y así, poco a poco, van haciendo cada vez más cesiones... Incluso les da hasta vergüenza que les guste una música distinta a la que oyen todos, una canción de Enrique Iglesias, por ejemplo, pensando en “qué dirían los colegas si se enteraran”.
La peor época
Antes de que se produzca alguna crisis de este tipo -ceder a la presión o comportarse como uno cree que debe hacerlo- haber hablado de este tema en casa puede serles de gran ayuda. Hay que comprender que esta presión ejerce su peor influencia justo durante la adolescencia. Siempre se puede sacar el tema de conversación a raíz de algún hecho real sucedido a otra persona, una noticia, etc.
Ricardo Regidor
Publicado en Hacer Familia
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