
El estrés es la sensación de encontrarse ante una situación de peligro real, lo cual está bien, porque actúa como un mecanismo de defensa que nos prepara para huir o para afrontar un peligro en caso de que se haga real. Sin embargo, se convierte en un problema cuando la situación estresante es producto de la imaginación, bloquea y no deja "funcionar" a la persona que la experimenta. "Ninguna situación por sí sola estresa. Estresa lo que pensamos de ella", afirma la especialista.
Pero, además, el estrés se ha convertido en una forma de vivir típica de las sociedades occidentales y modernas, en una palabra que se refiere a significados muy distintos: desazón, angustia, desesperación, inquietud, una mala gestión del tiempo, hiperactividad, tener la sensación de no llegar a todo o las consecuencias de distintos tipos de presión, como la laboral o la familiar.
En contraposición a esta atropellada y acelerada forma de vivir, el sosiego es tranquilidad interior, paz, bienestar emocional y mental, un estado de quietud que nunca se alcanza sin esfuerzo, tanto en lo físico como en lo espiritual.
El desasosiego se manifiesta en la esfera mental y emocional, ya que la persona se muestra más irascible, inquieta e irritable
Pero, ¿qué aspectos de nuestra existencia nos impiden vivir de manera sosegada? Algunos enemigos del sosiego o "toxinas del alma" son la apatía vital, la indecisión, la envidia, los celos, el resentimiento (volver a sentir algo vivido en el pasado) y el sentimiento de culpabilidad. Todos ellos impiden experimentar la calma y, por ello, se deben combatir. "La envidia existencial es una enfermedad", ya que se desea ser como el otro, sin saber siquiera si se siente feliz en su fuero interno, y se niega el propio potencial y las propias capacidades. ¿Cómo es posible dejar atrás una vida dominada por el estrés y estos pensamientos obsesivos y aprender a vivir con sosiego?
Miguel-Ángel Martí García en el libro "El sosiego. Una filosofía de vida" nos aporta las claves para vivir con esta disposición.
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