
La educación supone siempre mirar al futuro. Para muchos padres, una de las primeras cuestiones que surge cuando piensan en los estudios de sus hijos es la viabilidad de que encuentren posteriormente un buen trabajo. Cualquier padre o madre desea que sus hijos no vivan pobres. Esta ilusión no depende tanto de tener una vida pobre como de evitar una "pobre vida".
¿Cómo lograr que la vida no sea pobre? Aquí es importante apuntar bien, pues es mucho lo que está en juego. Las respuestas habituales suelen ir en la línea de lograr medios económicos. Ganar dinero, alcanzar prestigio o fama, suele presentarse como una meta que asegure un futuro pleno.
En el año 2000 el Cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI, pronunció una conferencia en la que afirmaba lo siguiente: "La pobreza más profunda es la incapacidad de alegrarse, el hastío de la vida considerada absurda y contradictoria.(...) La incapacidad de alegrarse supone y produce la incapacidad de amar, provoca la envidia, la avaricia y todos los vicios que devastan la vida de cada uno y del mundo. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo de más ya no funciona".
Estas palabras estaban lanzando un órdago: un todo o nada. Podemos tener de todo y, no obstante, nuestra vida puede estar llena de hastío y de tedio vital. La "prueba del algodón" que nos proponía el Cardenal Ratzinger, la prueba que no engaña, es la incapacidad de alegrarse. Esto no está en función de las circunstancias de fuera o de lo que nos sucede, sino que depende fundamentalmente de uno mismo. Por esta razón el futuro Papa hablaba del arte de vivir. La alegría no es producto de una técnica o de comprar un servicio especializado; la alegría es fruto de ver las cosas con verdadero sentido.
Comentarios