Quieres que sea el primero de clase, que domine el inglés y el alemán, que sepa montar a caballo y jugar al golf, que se convierta en un genio de la informática... ¿Estás segura de que es lo mejor para él? Los expertos alertan de que ese frenético ritmo de vida es la principal causa de estrés en los niños.
S. Vázquez | telva.com@recoletos.es
La denuncia está en el aire y empieza a cundir la alarma entre los pedagogos y psicólogos infantiles: la cabeza de nuestros niños empieza a padecer overbooking. Según la psiquiatra infantil María Jesús Mardomingo: hoy nuestros hijos tienen que estar haciendo algo permanentemente, mientras aumenta la moda de estimularles desde muy pequeños para que trinfen en esta sociedad tan competitiva.
De hecho, algunos padres ya ponen a sus hijos de 6 meses vídeos de aprendizaje temprano (tipo baby Einstein), les premian a los 2 años por sus notas en pre-lectura y pre-esccritura, y desde los 5 saturan su horario diario con todo tipo de tareas y exigencias.
A la caza del niño perfecto
La voz de alarma se activó hace unos años en Estados Unidos, donde el psiquiatra Alvin Rosenfeld, acuñó los términos harried children (niños apresurados)-para definir a esos niños que se aburren si no están en un estado de aceleración permanente- e hyperparent, para describir a esos padres, que sin mala intención, intentan educar hijos perfectos, competentes y que dominen la mayor cantidad de habilidades y conocimientos. Para lograrlo, les sobrecargan de ocupaciones pero lo único que consiguen es generarles estrés o ansiedad a una edad muy temprana, someterles a una carga de trabajo excesiva fuera del colegio y sin tiempo para jugar.
En su libro Hyperparenting explica: "Los padres llegan a pensar que un niño que no recibe estímulos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, esta perdiendo el tiempo. Esa manía por criar pequeños genios suele tener un efecto contraproducente, ya que les priva de una infancia normal y relajada".
Por su parte, el psicólogo norteamericano David Elkind, autor de The hurried child, indica que "cuando instruimos a los hijos en diversas materias a una edad tan temprana les ponemos en riesgo de estrés a corto plazo y de alteraciones de la personalidad a largo plazo".
Como sociedad pensamos que lo mejor es que el niño madure rápidamente y no nos damos cuenta del daño que le estamos haciendo cuando apresuramos su infancia.
Actividades extraescolares: las justas
Lunes y miércoles, inglés; los martes kárate; los jueves, solfeo... A veces, estas agendas saturadas de extras se deben en realidad a las múltiples tareas de los padres y otras, a ese afán desmesurado de preparar a los hijos para el futuro.
Para los expertos las actividades extraescolares deben elegirse siempre en consenso y en función de cómo sea el niño: su edad, su temperamento, su interés por determinadas cosas, su capacidad de aprendizaje...Por ejemplo, para los muy perezosos, cualquier ejercicio adicional puede ser un buen estímulo para mejorar su esfuerzo, mientras que para los muy activos a lo mejor convienen ejercicios más pausados.
Es decir, el tiempo de aprendizaje y ocio del niño debe estar equilibradoque no le sobren obligaciones y que le falten válvulas de escape. "la infancia no puede estar llena de contenidos de trabajo. Esa fiebre por preparar a los hijos va en contra de la forma natural de aprender en la infancia. No podemos meterles una hiperproductividad continua, planificándoles hasta el último minuto. La niñez es mucho más que una época de preparación para el futuro", sostiene Petra María Pérez, catedrática de Antropología de la Educación de la Universidad de Valencia.
Jugar no es perder el tiempo
"Además muchas veces les exigimos que sean buenos en todo lo que hacen y creándoles la necesidad de que sean excelentes en muchas areas distintas. Y nos olvidamos de que, generalmente, los empollones de la clase no son los que consiguen más éxito en la vida. Suelen faltarle habilidades sociales, estrategias para superar la frustación o iniciativa, precisamente esas cosas que se aprenden en el juego entre iguales", añade Petra María Pérez.
Actualmente, para los psicólogos infantiles, el entretenimiento pasivo -el abuso de videojuegos, ordenadores, televisión, teléfono móvil...- también amenaza una una de las actividades más educativas y menos valoradas de la infancia: el juego espontáneo, en el que los niños crean sus propias normas y pueden desarrollar su imaginación y su creatividad, su destreza manual y sus aptitudes físicas, cognitivas y emocionales.
Si además el juego es en grupo, las consecuencias son aún mejores: el niño aprende a compartir, negociar, resolver conflictos o defender sus puntos de vista.
Los expertos coinciden en señalar que, hoy más que nunca, los niños deben aprender a desarrollar su autonomía personal, a estar solos, a entretenerse ellos mismos, a tener tiempo para su vida interior.
"Necesitan tiempo para no hacer nada, que no es un tiempo perdido, sino de gran valor educativo, ya que deben decidir por sí mismos qué quieren hacer para no aburrirse y recurrir simplemente a su imaginación y creatividad", recuerda la psicóloga infantil Virginia Tremols.
Comentarios