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¿Podemos vivir sin correr?


Todo lo que conforma nuestro entorno nos invita a vivir de una manera veloz, sin detenernos a mirar lo que pasa a nuestro alrededor. Las marcas de moda nos presentan su nueva línea de invierno cuando aún estamos disfrutando del verano.

Hasta hace unos años, el domingo se descansaba. Hoy, el mundo no para su actividad en ningún momento, se tiende a que todo funcione 24 horas al día y 365 días al año. La ciudad nunca duerme.

¿Quién no ha tenido decenas de mensajes en el móvil sin tiempo para devolver las llamadas, o una agenda desbordante de citas, o una avalancha de e-mails, o se ha sentido angustiado a causa del exceso de trabajo?.

Los efectos secundarios de este ritmo alocado son aterradores y fáciles de visualizar: el estrés, los accidentes de tráfico o de trabajo, la falta de sueño y un sin número de consecuencias sobre la salud física, mental y emocional.

Es por eso que con el ánimo de liberarse de la esclavitud de la velocidad y para garantizar un futuro mejor a las próximas generaciones, en Europa se ha creado un movimiento llamado “Slow Attitude” o “vivir sin prisa”, que invita a retomar valores esenciales del ser humano, como son: disfrutar de la familia, de los amigos y del tiempo libre. Quienes adoptan esta actitud sufren menos estrés, son más felices y aumentan considerablemente su nivel de productividad. Propone, asimismo, tomar en forma conciente el control de nuestro tiempo en lugar de vivir bajo la tiranía de éste, encontrando un equilibrio entre nuestras obligaciones (laborales, académicas, etc.) y la tranquilidad de gozar de estar en familia, de una caminata o de una comida saludable.

La base de todo está en el cuestionamiento de la "prisa" y de la “locura" generada por la globalización, por el deseo de "tener en cantidad" (nivel de vida) en contraposición al de "tener en calidad" (calidad de vida o calidad del ser).

Mayor productividad

“Vivir sin prisa” más que una moda, es concebida como una nueva actitud o forma de llevar la vida, respaldada por especialistas de diversas áreas, entre las que figura la psicología, cardiología, nutrición, dietética y filosofía. Sus beneficios no sólo se aprecian en nuestra salud y en un mayor control de los niveles de ansiedad, sino que se ha demostrado que tiene una relación directa con la productividad durante la jornada de trabajo, lo que evidencia que más horas o más presión no necesariamente se traducen en mayor calidad de productos y/o servicios.

Promover una “actitud sin prisa” no significa hacer menos, ni disminuir la productividad. Significa darle importancia al presente y a lo local, en contraposición a lo indefinido y global. Es despertarse sin el estrés de que lo primero que veas al abrir los ojos sea el reloj y de evitar comer en las mañanas a toda velocidad, si es que tienes la suerte de contar con el tiempo necesario para ello.

En busca de una mejor calidad de vida

Al asumir una actitud de “vivir sin prisa” se disfruta de los pequeños placeres de lo cotidiano, así como de la simplicidad de vivir y convivir. Esta actitud, aplicada al trabajo, no tiene por qué significar menor productividad sino por el contrario un trabajo de mayor calidad, más atento a los detalles y desarrollado en un ambiente más flexible, con menos presión, más alegre y estimulante.

Una persona que adopte la “actitud tranquila” por ejemplo, sale con tiempo suficiente hacia el trabajo para evitar el estrés que genera el tráfico. En los grandes estacionamientos ubica su coche a cierta distancia del edificio principal, para tener así la oportunidad de caminar, ejercitarse y permitirle estar más cerca de la puerta al que llegue tarde.

Esta nueva tendencia se fundamenta entonces en la búsqueda de la armonía, de la tranquilidad, de la salud, la paz y de una mejor calidad de vida; conceptos difíciles de asociar con el caos de las grandes ciudades, en donde diariamente la mayoría enfrenta una férrea lucha contra el reloj, viviendo para el mañana y en el que nuestras verdaderas prioridades, en la práctica, se ubican en último lugar, luego de una interminable lista de deberes y responsabilidades.

Al correr detrás del tiempo, ansiosos por vivir el futuro, nos olvidamos de vivir el presente, que es el único tiempo que realmente existe y que debemos saber emplear.

La actitud de “vivir sin prisa” hace que nos preguntemos: ¿es realmente necesario vivir tan acelerados?, ¿disfrutamos lo suficiente de nosotros y de nuestro alrededor?. Ocupados en ganar dinero que nos asegure un futuro cada vez más incierto, nos hemos olvidado de disfrutar de lo cotidiano, ¿por qué no ir caminando al trabajo si se encuentra cerca?, ¿por qué no levantarse diez minutos antes y tomar un buen desayuno? o simplemente ¿por qué no dejar que sea la vida la que nos marque su propio ritmo?.

Esta filosofía nos invita a reflexionar sobre lo que es realmente importante en la vida, a disfrutar el presente, darle menos valor a lo material y, en consecuencia, a disminuir nuestras preocupaciones.

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